Entender y atender la emoción

Tres pasos para entender y atender tu emoción

A menudo en mis sesiones mis clientes me traen cómo objetivo “aprender a gestionar una determinada emoción”, y es que hay pocas cosas que influyan tanto nuestro día a día como las emociones que experimentamos y cómo las gestionamos.

Ocurre a menudo que actuamos secuestrados por una emoción, sea del tipo que sea, de modo que después, cuando baja la intensidad, nos pesa de una u otra forma.  Son esas situaciones en las que nuestras emociones son tan intensas que, si tomamos decisiones en el pico de la emoción, de alguna manera lo hacemos secuestrados por ella, y esas decisiones a veces implican consecuencias negativas, a nosotros o a los demás.

1 . El hogar, nuestra primera escuela emocional.

Pero, ¿cómo podemos hacerlo mejor si nunca nos han enseñado? Lo cierto es que a la gran mayoría nadie nos enseñó de niños a hacerlo. Piénsalo bien. ¿Qué hacían tus padres o adultos de referencia cuando te veías desbordado por una emoción?

Quizás si tenías una rabieta o te enfadabas, te enseñaban a reprimirla, insistían en que te calmaras cuanto antes, porque “eso no está bien”. Y no te enseñaron que el enfado está bien, que lo que no está bien es lo que hacemos a veces con él. En algunas ocasiones te ignoraban para que se te pasase cuanto antes, o incluso te amenazaban con consecuencias si no recuperabas pronto la calma. No nos mostraron que el enfado nos ayuda a poner límites.

Con la tristeza, puede que te distrajeran con cualquier cosa para que se te pasase pronto, o se le restaba importancia a eso que la causó “porque son cosas de niños”. Pero no nos acompañaron a reconocer qué es eso que sentimos que estamos perdiendo, y simplemente atender el dolor que nos producía.

O la vergüenza, emoción que en la infancia se tiende a menospreciar, incluso en ocasiones a ridiculizar.

¿Y el miedo? ¿Cuántos niños no experimentan miedo en muchos momentos de su infancia?, y a menudo se infravalora, minimiza o ridiculiza. Sin embargo, no nos mostraron que el miedo es funcional cuando es adaptativo para una situación concreta.  El problema es cuando interpretamos como amenazantes situaciones que no lo son deja avanzar, y en estas ocasiones puede ser disfuncional.

Pero esto no va de culpabilizar a nuestros padres o referentes adultos. Tiene sentido que lo hicieran así. Nadie sabe enseñar aquello que no puede hacer por sí mismo, y a su vez, ellos no habían podido aprenderlo.

Y así, poco a poco, hemos ido aprendiendo estrategias equivocadas para tratar de  nuestras emociones. Hemos aprendido a distraernos cuando algo nos incomoda mucho, a evitarlas, a reprimirlas o quitarles importancia. Nada de eso sirve en realidad. Que tú no quieras verlas no significa que no estén.

2. Consecuencias de una mala gestión emocional

¿Qué tienen en común estas estrategias? Que de una u otra forma todas ellas están orientadas a desatenderla y no a integrarla. Cuando una emoción te parece inadecuada o incómoda, te cuentas que no deberías de sentirla. O cómo no sabes cómo atenderla, la evitas con distracciones o la reprimes, de forma que en de algún modo tu sistema lo niega y la envía al lugar de las cosas molestas. Pero la emoción sigue ahí, y antes o después terminará por salir y quizás entonces sea desproporcionada.

Así que hoy en día, hay muchos adultos que evitan entrar en contacto con su emoción porque de alguna manera no tienen herramientas para hacerlo y lógicamente tampoco pueden enseñarlo a sus hijos.

Te disocias de lo que sientes porque no sabes cómo manejarlo. Al desatenderla puede terminar cristalizando en el cuerpo o somatizarla de algún modo.

Seguramente habrás escuchado la famosa frase de Carl Gustav Jung “Aquello a lo que te resistes, persiste. Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.

3. ¿Cómo aprendo a gestionar mis emociones?

El primer paso es aprender a detectar las señales corporales, presta atención a tu cuerpo. Antes de que seamos conscientes de la emoción que estamos sintiendo nuestro cuerpo comienza a enviarnos señales propias de cada una de ellas.

El segundo puedes prestar atención a tu diálogo mental. ¿Qué te estás contando para sentirte así? ¿Qué necesidad estás tratando de cubrir? Intenta observar los hechos de forma objetiva, como los vería cualquier persona desde fuera, ponte en la posición de observador. Y ahora ¿Esa situación que te ha provocado una emoción determinada podría interpretarse de alguna otra manera?  Y observa si la emoción está igual o cambia algo.

Después lleva de nuevo la atención al cuerpo y localiza dónde sientes esa emoción, y sí es posible dale una forma, color, textura, temperatura, y trata de entender para que está ahí. ¿Cuál es su intención, de qué te protege? Una vez comprendida la finalidad de la emoción, simplemente lleva la respiración a esa parte de tu cuerpo donde la sientes. Inhala y exhala, y observa que ocurre con la emoción.

Después de este proceso, de haberla entendido y atendido ya estás preparada para elegir cómo quieres responder.

Como dice Elsa Punset, “No es magia, es inteligencia emocional”.

Santa Tortajada

¿Te gustaría profundizar más?

Santa Tortajada

Santa Tortajada

Coaching 360 para mujeres que concilian profesión y crianza.