Conciliación y estrés suelen caminar de la mano, y necesitamos aprender las claves para prevenirlo. Conciliar tu vida profesional y familiar no es fácil, y el estrés forma parte natural de nuestro día a día. Gestionar las demandas de los hijos, sacar tiempo para tener un rato de intimidad con nuestra pareja, cumplir con nuestras funciones laborales y compromisos, etc., puede someternos a situaciones poco cómodas, sintiéndonos en una vorágine de peticiones que no somos capaces de abarcar. Es entonces cuando la conciliación se complica y aparece el estrés. Pero no todos los tipos de estrés son iguales
Diferencia entre estrés positivo (eustrés) y estrés negativo (distrés).
Todos nos enfrentamos a situaciones que suponen un reto y requieren que mejoremos nuestra productividad y atención. En esos momentos aparece el estrés positivo o eustrés, que es la respuesta adaptativa del cuerpo para hacer frente a estas situaciones. Momentos en que la conciliación se complica porque tienes un pico puntual de trabajo extra, o cuando tienes que correr para llegar al metro porque tuviste que resolver un imprevisto de última hora que retrasó tu salida, o ese día en que todo se junta y tienes que organizar tu tiempo para llegar del colegio a las extraescolares de los niños, cuadrar entretanto la cita con el médico, hacer la compra, preparar cena y acabar algún fleco del trabajo. Agotador ¿verdad?
El problema es que este tipo de situaciones no son una excepción en el día a día de las mujeres que concilian profesión y maternidad. Vamos derrapando por la vida para llegar a todo. En estos casos en los que el estrés está presente de forma constante y la frase que más te repites es “no me da la vida”, el estrés deja de ser adaptativo y se convierte en estrés negativo o distrés, y a la larga perjudica seriamente la salud física y emocional. En definitiva, si el estrés se extiende en el tiempo puede llevarte a enfermar.
Sin embargo, en la sociedad actual muchas mujeres han normalizado vivir así como si un destino inevitable y ni siquiera son conscientes del las consecuencias sobre su salud física y mental. Se resignan como si nada pudieran hacer al respecto. Es cierto que hoy en día puede ser común vivir con estrés diario, pero que sea común no significa que sea normal.
¿Cómo reacciona nuestro cerebro ante situaciones estresantes?
Nuestro cerebro está programado para nuestra supervivencia, no para nuestro bienestar, de modo que ante una situación de estrés entra en modo supervivencia, lo que produce la desconexión de algunas funciones cerebrales no esenciales como el pensamiento lógico o la empatía. Por contra, para dar respuesta a estas demandas se activan otras funciones, sobre todo las que tienen que ver con una mayor producción de la adrenalina y el cortisol por nuestro organismo. Lo normal es que, una vez superado el estrés, el cerebro vuelva a su normalidad. Se recupera el equilibrio, y eso permite al cuerpo repararse.
¿Qué ocurre cuando el estrés se sostiene en el tiempo?
Se supone que la respuesta del organismo en estos casos es la habituación. Sin embargo, lo que ocurre con el estrés crónico es que supone un desafío constante para nuestro cerebro al que cada vez le cuesta más recuperar ese equilibrio, entrando en modo supervivencia de forma constante. Esto implica que tu cuerpo se mantenga alerta incluso cuando no hay peligro, de modo que basta que perciba una mínima amenaza para que el estrés se manifieste en toda su intensidad, comprometiendo tu salud, tu desempeño profesional y tus relaciones personales.
Conclusión, cuando vivimos al límite y nos sentimos sobrepasadas física y emocionalmente, cualquier roce o contratiempo puede ser percibido como una amenaza y nos hace estallar de forma desmedida. Es ese momento en el que un simple comentario de un compañero o tu jefe sobre tu trabajo te sobrepasa emocionalmente, o en el que después de un día agotador reaccionas de forma desmedida simplemente porque tu hijo derramó la leche, o no quiere dejar el móvil para ponerse a estudiar. Y en tu interior sabes que nada de eso fue para tanto, y al mismo tiempo sientes que no pudiste hacerlo de otro modo. Y por si fuera poco, en el mejor de los casos consigues sentarte diez minutos al final del día y no logras relajarte, sigues estando acelerada pensando en lo que te espera mañana. En estos momentos en que ya has estallado lo mejor que puedes hacer es reparar el daño causado y aprender gestionar tus emociones .
Para evitar estas situaciones, a continuación te detallo algunas claves par ayudarte a prevenir que la conciliación entre la vida familiar y laboral sea una fuente de estrés incontrolada.
¿Qué nos ayuda a rebajar el estrés?
1.Toma consciencia.
Si llevas mucho tiempo viviendo así, es probable que lo hayas normalizado y que, aunque notes malestar o percibas que algo no está bien, no sepas identificar la causa. Para empezar a detectar tu nivel de estrés quizás te ayude observar las señales que te envía tu cuerpo. Si estás demasiado tensa a menudo, si tienes apretada la mandíbula, contracturas, tienes palpitaciones, problemas para dormir, o cansancio excesivo, falta de energía o concentración. También si estás especialmente irritable, saltas a la mínima o más triste de lo habitual.
Lo primero para desatar este nudo es ir viendo de que está hecho. Siempre que quieres cambiar algo lo primero es darte cuenta de tu punto de partida, para después hacerte cargo y ver qué necesitas cambiar y cómo puedes hacerlo.
2. Rebaja tu nivel de autoexigencia.
Queremos criar como si no trabajásemos y trabajar como si no fuéramos madres, y hacerlo todo a la perfección. Aprende a soltar, porque no tienes que poder con todo, y mucho menos con todo al mismo tiempo. Comienza a tratarte y hablarte con lo harías con tu mejor amiga.
3. Define tus imprescindibles de autocuidado y respétalos.
Los esenciales de autocuidado deberían ser que descanses lo suficiente, que te alimentes de forma saludable, y que hagas algo de ejercicio, aunque sea caminar, y a ser posible que el ejercicio que elijas te resulte divertido. Estos mínimos no son un lujo y son innegociables. ¿Significa esto te si te saltas estos imprescindibles algún día debes sentirte mal por ello? No, en absoluto. Lo cierto es que tu haces planes, y luego a veces la vida sucede sin contar contigo y en estas ocasiones lo mejor es minimizar el impacto de los imprevistos. Lo que sí significa es que prescindir de estos cuidados mínimos debería ser la excepción y no la regla. A partir de ahí, cada persona es un mundo, y lo que es autocuidado para mí no tiene por qué serlo para ti. Define qué más quieres incluir en tus esenciales.
4. Sacar antes de meter.
¿A que por más capacidad que tenga tu armario llega un momento que o haces limpieza y tiras, o no cabe nada más dentro? Pues con nuestra jornada pasa lo mismo. Si tienes que meter algo más en tus rutinas, una extraescolar, una cita médica, el gimnasio, o una nueva formación, primero deberías revisar de forma realista tu agenda para ver si cabe, y si no es así decide qué eliminas. Recuerda todos tus días tienen sólo 24 horas.
5. Prioriza.
Cada día planifica todas tus tareas por orden de importancia, y deja espacios para imprevistos. Es muy útil listarlas haciendo una previsión realista del tiempo que dedicas a cada una de ellas ya que te permite visualizar si te dará tiempo a todo. A partir de ahí tacha las que no sean imprescindibles y aprende a decir que no.
6. Simplifica.
Simplifica al máximo cada día preguntándote qué puedes hacer hoy para hacerte la vida más fácil.
7. Delega.
No solo a nivel laboral si es posible dentro de tu puesto, sino también y especialmente a nivel familiar. Habla con tu pareja para establecer acuerdos y que ambos podáis tener espacios diarios de autocuidado. Busca apoyo familiar. Pide ayuda, no eres «superwoman».
8. Cultiva la calma para reequilibrar el cuerpo.
Haz cada día algo que te guste o que recargue tu energía, ya sea leer, escuchar música, estar tirada en el sofá sin hacer nada, mirar el cielo, respirar de forma consciente, meditar, etc.
9. Nutre tus relaciones personales.
Agenda tiempo para ver a tus amigas y familia. Compartir como nos sentimos con aquellas personas que nos escuchan y comprenden sin juicio pude ser de gran ayuda para rebajar tensión. Si además conseguimos pasar un buen rato, reír y olvidar nuestros problemas por un rato volveremos más ligeras a nuestras tareas.
10. Disfruta también de las pequeñas cosas.
No dejes que tus grandes metas te impidan disfrutar del camino. Encuentra el placer en lo cotidiano. De qué te servirá haber logrado todos tus objetivos profesionales si dejaste mucho por el camino.
Ten presente que sobrevivir no es vivir. Rebajar tu nivel de estrés te aportará bienestar y te llevará a disfrutar más tu día a día.
Recuerda, si la vida te supera, tienes dos opciones:
- Seguir lamentándote.
- Hacer algo al respecto.
Si aún no sabes por dónde empezar pregúntate: ¿Cuál es ese mínimo cambio que puedo hacer hoy en mi vida para soltar estrés? Y después simplemente hazlo.
También puedes pedirme una sesión de valoración en la que podrás comprobar cómo un proceso de coaching puede ayudarte.